lunes, 14 de junio de 2010

Terror

A sus 50 años el terror que le daban las sombras no era gratuito. Nadie, ni los doctores, ni clérigos, ni charlatanes con verborrea de sabios sabían porqué en su mente se quedaron fijos ésos recuerdos. Él era de las pocas personas que podía describir con pelos y señales la primera luz que vio en la vida al momento de cruzar el umbral uterino, él podía describir a carta cabal su primer respiro, su primer jalón de piernas con la cabeza apuntando al infierno, la mano de aquél que distraído le infringió el primer sufrimiento en las nalgas desnudas justo un segundo antes de que sus ojos se abrieran al mundo y se viese volando vertiginosamente, mirando cientos de sombras, antes de estrellarse en el piso y quedar, por culpa de la caída, sin remedios ciego para toda la vida.

Due® 14.6.10

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