sábado, 7 de noviembre de 2009

Juan, Juan, y Juan

Si señorita, lo de siempre, café americano sin crema ni azúcar. Lo mismo de todos los martes a ésta hora. Ya sabe usted que los caballero así lo tomamos por lo menos para serlo mientras el café dura…

Es verdad, el martes pasado no vine, pero ya lo vé, era martes 13, y no es que yo crea en supersticiones, no, la pata de conejo que guardo en el cajón del ropero es para que conjure de todo mal y las polillas a los recuerdos que ahí guardo, ¿Cómo supo que tenia una?, bueno da igual, le decía que esos días prefiero quedarme en casa acompañado del destino, así, sea lo que sea que me tenga preparado me lo dará rápido, de un golpe, sin temores, no tendrá mucho que recorrer para llegar a mí, ésos días ahí, leyendo en casa lo espero.

Gracias señorita, éste café huele divino, solamente el aroma del amor delicadamente sazonado con sexo huele mejor….

Pero mire, hablando del destino ¿no es ése joven qué está riñendo con la chica en aquella mesa, aquel que se sentó aquí a escucharme sobre lo de las diez y diez de mis mañanas?, dos veces que lo veo y dos veces riñendo con la novia, sin duda el amor es muy complejo.

Pero qué dice usted, ¿qué riñe con ella por mi culpa?, él quería presentármela y ella no quiso, pues buenas razones ha de tener, sin embargo me halagan, por fin soy la manzana de una discordia.

¿Dice usted qué Jesús quiere venir a mi mesa?. Pues más me halaga hoy el destino, el hecho de que un Jesús, sin importar cual, quiera venir a mi mesa, no es cosa de todos los días.


Hola joven Jesús, veo que ha peleado con su dama.
Tiene razón, habíamos quedado de hablarnos de tú, lo haré con gusto, pero no me regañe, no me gustaría empacar mi café para largarme desairadamente como lo hizo su novia. Y vé nada mas, llueve allá afuera como la vez que te conocí. Se empapará de nuevo y de nuevo por tu culpa. Espero que en la intimidad suceda lo mismo...

Pero cuéntame Jesús, ¿que te trae por aquí? ¿Dices que te quedaste intrigado con lo que te conté del milagro de Juan Diego?

Me da risa, y me agrada tu inquietud, pero te diré que yo sólo creo en los milagros diarios; creo en el aroma de una flor y en el milagro de que ese aroma se repita sobre la piel de una mujer a la que se ama. Creo en el nacimiento y en la resignación que se debe tener al comprender que somos simplemente temporales. Creo en la vida, no en la tuya o en la mía, simplemente en la vida. Creo en el milagro del despertar cada mañana después de convivir con hadas o fantasmas en aquella dimensión que se llama sueño. Creo en el milagro de que haya ocasiones en los que Dios se toma su tiempo libre para pintar el horizonte, o cuando decide que el curso de un río no está donde él lo dejó y aún a costa de la propia vida decide arreglar lo estropeado, creo en el milagro que existe en el respirar aún contra nuestra propia voluntad cuando fumamos, ¿tú fumas? ¿No? Haces bien, fumar y apostar es la forma mas pendeja de quemar el dinero. Sin embargo cada quien hace lo que se le da la gana y ya ves, el estar aquí vivo después de tanto humo ¿no crees tú que sea un verdadero milagro?

Pero es verdad, lo que tú quieres saber es la historia de un milagro especifico, ése por el cual tenemos a Juan Diego de Santo. No, yo sólo soy católico porqué en mi época de primaria había que ser algo, sin embargo soy agnóstico esperanzado, mi ser supremo me permite hablarle así como me permites que te hable a ti, de frente sin rodeos además siempre me escucha y desde el principio me dejó en claro que para mis pedimentos sólo tiene tres respuestas, y que la más importante no siempre han de gustarme.

Es verdad, tienes el tiempo justo y haces bien, a la vida lo único que no le sobra es tiempo. Ya me desvié de nuevo. Lo que a ti te interesa es escuchar la historia de los tres Juanes, pues bien, te lo contaré.

El primer Juan de la historia, es aquel que te platique que fue mí compañero de trabajo en la agencia de publicidad. Pues bien, él en su juventud, daba clases de artes marciales en un gimnasio de la calle de Porfirio Díaz en la Col del Valle, casi en la esquina que se hace con la calle de Pilares.

Pero mira, me gusta tu inquietud y que me interrumpas en cada ocasión que no comprendes, creo que ya te lo había dicho, no hay preguntas pendejas, hay pendejos que no preguntan, aléjate de ellos, ellos todo lo saben y lo que no, lo inventan. Son muy peligrosos, gustan mucho de contagiar de su mal a la gente.

Claro que hay una calle con el nombre del dictador y parte casi a la mitad la colonia ¿porqué tiene la calle su nombre?, a ciencia cierta no lo sé, pero te diré lo que mi abuelo, el profesor, me dijo cuando le hice la misma pregunta; la calle está en honor al dictador antes de que fuera general, cuando su honor era limpio, cuando lucho por el país, cuando el interés personal y el poder no lo había corrompido, cuando aún hacia, seguramente, el amor con amor en una sola cama.
Como puedes ver, hasta los sátrapas pueden tener un lado bueno, lo mismo que la historia nacional, la escriba quien la escriba. Y nos duela a quien le duela.

Pues bien, en el tiempo aquel en el que Juan daba clases no había tanta comunicación como ahora, incluso en esa colonia de clase media alta que fue la Del Valle había vecinos que no contaba con teléfono.

Nada más para que te des una idea de lo que era la ciudad en aquellos tiempos te diré que Juan sacaba a la calle, si, a plena calle a los alumnos más pequeños a jugar fútbol y no había autos que los pusieran en peligro. Los padres de los niños se sentaban en la banqueta a ver como jugaban sus hijos.
En primavera debe haber sido muy bello ese espectáculo, ya que esa calle esta llena de jacarandas y el piso se pinta de un violeta tan hermoso que sólo se compara al color de la risa de los niños jugando.
Fíjate que la última vez que crucé esa calle, hace un mes, me tardé más de once minutos. Ahora juegan en ella los mismos chicos de aquel tiempo, pero juegan a cruzar la calle sin golpear su auto contra otro auto y sin saber que en ese otro auto puede ir algún compañero de antaño.

Como podrás darte cuenta, Juan conocía a la gente lo mismo que la gente de la colonia lo conocía a él.

Había un chico en especial, digo que especial porque en ese tiempo no era común ver a jóvenes bien vestidos, y de buen ver para las chicas, vagando por las calles de la colonia con el pensamiento extraviado.

Algunas personas decían que ese chico estaba loco, otros más decían que siempre estaba drogado, la realidad es que él vivía su mundo sin hacer daño ni caso a nadie.
Ese joven también se llama Juan. Si, mi joven amigo, lo dije bien, así en presente, porque aún se llama, claro, aún vive, su nombre completo es Juan José Barragán, su nombre no lo olvidaría jamás, además yo mismo lo ví el año pasado, creo que ahora vive en Estados Unidos, debe haber estado por aquí de vacaciones, lo ví en el parque de Tlacoquemecatl, mientras mi hijo y yo comíamos los mejores tacos de barbacoa que te puedas imaginar ¿los conoces?, pues te los recomiendo, tú preguntas cualquier viernes por Samuel, ya te sabrán informar.
Le conté a mi hijo ésta misma historia y él me platico que veía seguido en verano a Juan José por las calles, caminando solo, sólo caminando.

Bueno, la historia es simple, sencilla, lo que es casi increíble es conocer a alguien que vivió de cerca un hecho que a la postre serviría para la canonización de un Santo.
Tú puedes creer o no en milagros, si no crees no importa, el hecho es igual de curioso ya que también es difícil conocer a alguien que esté en el momento mismo en el que se escribe la historia, y no hablo de mi historia, hablo de la del Vaticano, cualquier día puedes corroborar lo que te cuento en sus archivos. Si, claro, están en Internet, a la mano de cualquiera, sólo hay que saber buscar.

En fin, el caso es que un 3 de mayo de 1990 Juan José, decidió, por alguna razón aventarse de cabeza por la ventana de su casa, de ésa ventana al piso son 10 metros. Quedó sumamente maltrecho, varios huesos rotos, el cráneo abierto, al grado de que los ambulantes cuando llegaron por él, dijeron que había muerto.
Su madre bajó a su lado lo mas rápido que pudo, la señora se llama Esperanza (¿casualidad?) y pidiendo a Juan Diego por la vida de su hijo se subió a la ambulancia y ambos parieron al hospital.

Juan, nuestro conocido Juan, fue quien pidió por teléfono la ambulancia después de que dos jóvenes llegaran al gimnasio pidiendo ayuda. Juan salió y fue a la esquina de Pilares Y Fresas y ahí mismo vio en el suelo a Juan José y a su madre Esperanza arrodillada, rezando llena de esperanza.

Juan José fue desahuciado al llegar al hospital, tenía severa fractura de base del cráneo.
Su madre, al saber que estaría Juan Pablo II en México para interceder por la canonización de Juan Diego sintió un fuerte renacer de su fe y retó con muy fuertes palabras al futuro Santo, le dijo: si de verdad eres tan Santo salva a mi hijo… 13 días después Juan José salió del hospital por su propio pie.

¿Increíble?, pues de eso se tratan los grandes milagros, de que sean increíbles mí amigo. Ya lo vé, los milagros en los que yo creo casi nadie los toma enserio.

¿Y cual es el tercer Juan de la historia? Pues mira, antes de que te vayas déjame decirte que la agencia en donde conocí a Juan, está ubicada a una cuadra de la nunciatura apostólica y con ello comprenderás lo del tercer Juan.

Tiempo después, en otro viaje que hizo el Papa por México el edificio de la agencia quedó justo adentro del perímetro resguardado por la policía, por ahí sólo podían transitar vecinos con gafetes y quienes trabajábamos en la agencia. Algún día te enseñaré el mió, aún lo conservo junto a una pata de conejo.

Cierta tarde mientras el Papa llegaba a la nunciatura, Juan salió a comprar cigarros, como yo quería que me trajera una cajetilla me asomé por la ventana para pedírselos de un grito. Imagínate cual sería mi sorpresa que ahí, enfrente de la oficina estaba el papamóvil.
Juan Pablo II y Juan frente a frente, completamente solos ellos dos y de frente, su Santidad Juan Pablo II lo miró, sonrió, y le hizo él, en el aire, la bendición de la señal de la cruz...


Oye, tu celular suena, debe ser tu novia que reclama tu presencia.
Si amigo, todos los martes a la misma hora vengo por mi café, ya te lo he dicho, soy un caballero. Claro los martes que caen en 13 me ausento, tengo cosas mejores que hacer con mi destino.
Anda, ve con ella, yo pago la cuenta.

¿Cómo señorita?, escuchó de nuevo la platica, que gusto me da, algún día tendrá que sentarse con nosotros.

Por lo pronto me despido, ¿qué dice usted? Qué cuáles son las tres respuestas que me da mi Dios, tal vez el próximo martes le cuente.

Miré usted, ya es tardísimo….

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